La promesa de que después de la tormenta llegará la calma es lo que mantiene a la gente en la lucha constante por sobrevivir, creer en un mañana. Si supiéramos el futuro quizá tomaríamos otras decisiones, pero la vida es una incógnita, ningún plan es totalmente efectivo en este plano. Creer, creer y creer.
Así ha sido durante muchos años el entorno alrededor del equipo queretano. Creer en un puñado de jugadores que muchas veces vienen de paso y se van. Algunas otras ocasiones confiamos ciegamente en hombres que terminaron convirtiéndose en referentes del equipo o incluso se volvieron ídolos de la institución.
Hace un año quién diría que Fernando Madrigal y Kevín Ramírez terminarían siendo referentes de aquel cúmulo de personas que llegaron con Solares y compañía, por mencionar un ejemplo. Pero hoy no se ve por dónde. jugadores con un buen cartel pisaron tierras queretanas y no han terminado por explotar. ¡Claro! Son elementos experimentados, su aportación quizá debería ser otra, pero cuando toca estar en la cancha poco y nada se nota su presencia.
¡Vamos a trabajar! El discurso de toda la vida. Trabajar, bien, ¿en qué y cómo? Proyectos ¿Para qué y con quién? Fondos y formas que siguen faltando. Es evidente que pensar en bordar una estrella está a un mundo de camino, pero mientras eso pasa, el aficionado exige que se entreguen en el campo. Coloquialmente dicho: muéranse de algo.
Al final de todo, de los debates en redes, del enojo por tener un gol en siete juegos, la falta de contundencia, tres puntos de veintiuno posibles, la salida del Pity, las expulsiones que ni los juveniles hacen y un largo etcétera; la afición seguirá presente en el Corregidora, siempre y cuando el escenario sanitario lo permita. ¿Por qué? Porque aún teniendo argumentos para no pararse en la grada, la promesa de que después de la tormenta llegará la calma es lo que mantiene a la gente en la lucha constante por sobrevivir, esperar un mejor mañana Creer, creer y creer.
