De magia y esperanza albiazul

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Cada partido contra Santos Laguna se ha vuelto una herida abierta desde hace cinco años para los aficionados queretanos. ¿Por qué? Porque hace cinco años Gallos Blancos llegaba por primera vez a una final de Liga Mx, por lo que era una final histórica y mágica para la ciudad de los arcos.

Pero, ¿por qué era mágica? Porque entre los hombres que jugarían esa noche estaba el mayor mago del mundo del futbol, Ronaldinho Gaucho. ¿Cuándo en mi corta vida me iba a imaginar que Ronaldinho jugaría para el equipo de mi ciudad? Nunca, ni siquiera pasaba por mi cabeza. ¿Y me imaginaba que el Estadio Corregidora presenciaría una final de Gallos? Eso lo soñaba cada inicio de temporada.

Ese sueño se volvió realidad y ya tenía lugar, fecha, olor, color y clima. La final de vuelta se jugaba en el Corregidora la noche del 30 de mayo del 2015, Torreón vs Querétaro, el marcador global era 5-0 a favor de los Laguneros.  Aún con cinco goles en contra, esa noche había esperanza, ¿por qué? Porque mientras haya un soñador hay esperanza, y esa noche había un soñador color albiazul soñando con la remontada en cada casa de Querétaro.

¿Quiénes volverían realidad mi sueño y el de toda la afición? Volpi, Corral, Osorio, Martínez, Corona, Bornstein, Osuna, Danilinho, da Silva, Sepúlveda y Tito serían el once inicial elegido por el Rey Midas. Mientras que en la banca, esperarían un poco más para entrar Ronaldinho, Patricio Rubio y Sinha.

Yo veía desde mi casa la final acompañada de mi papá y de mi tío, y estaba pensando en todo esto hasta que un penal me sacó de mis pensamientos. Un penal a favor de mi equipo. Osuna fue quién lo cobró al minuto 10’. ¿Crecía la esperanza? Aún nos faltaban cuatro goles para poder empatar, y cinco para poder ganar. 

Tan solo 11 minutos después,  Yasser Corona tomó el esférico en el aire y con un remate de cabeza lo mandó a segundo palo. ¡Ya solo nos faltaban tres goles para empatar! ¿Se lograría? Por cómo veía el juego, yo ya me estaba imaginando el tercero.

Y así fue, Ángel Sepúlveda le hizo honor a su nombre al minuto 38’, porque como Ángel caído del cielo marcó el tercer gol. En toda la ciudad se escuchaban los gritos de celebración ¡Solo dos goles para empatar! Ya se empezaban a poner nerviosos los de Torreón y su gran respiro fue el medio tiempo.

¿Qué pasaría al regresar? Yo imaginaba la culminación de la remontada, si se hicieron tres goles en la primera mitad, ¡claro que creía que se podían hacer otros tres en el segundo tiempo! Entonces empezó de nuevo el reloj.

La ovación de la afición se escuchó hasta Brasil cuando al minuto 60’ entró el mago, Ronaldinho. ¡Y tan solo cinco minutos después hizo su primer truco! Marchesín iba despejar, pero Dinho logró quitarle limpiamente la pelota en el aire para poder marcar el que hubiera sido el cuarto gol. No solo le anularon la anotación, sino que también lo amonestaron. Han pasado cinco años y aun  no entiendo por qué.

En el minuto 69’, Vuce decidió que Tito Villa tenía que salir y por él entró Rubio. No era una sorpresa que Tito saliera entre aplausos, se merecía eso y más, pero nos faltaron manos.

Pasaban los minutos y todavía creía que Gallos podía ganar, porque el futbol es más que estadísticas, es más que 90 minutos de juego, es más que 22 personas en la misma cancha. El futbol es circunstancial, es técnica y corazón, es azar y premeditación, y todo puede pasar en el futbol, todo puede pasar en menos de 10 minutos.

Pero lo único que pasó en esos 10 minutos que faltaban en el reloj, fue el ingreso de Sinha al 82’, recibido como señal de esperanza para los aficionados.  ¿Pasaría algo en los cinco minutos de tiempo extra? No, no pasó. Esa luz de esperanza que alumbraba las calles de Querétaro se apagó mientras los que levantaban la copa iban vestidos de verde y no de azul.

Fueron tantas las lágrimas derramadas por los queretanos, que aun cuando llueve se inundan las calles de la ciudad. Pese al resultado, estoy segura que el partido de la noche del domingo 30 de mayo de 2015 ha sido y será por mucho tiempo, el mejor partido que he visto en mi vida.

Por eso, desde hace cinco años cada partido contra Santos Laguna se ha vuelto una herida abierta. Una herida que duele por la derrota y al mismo tiempo se disfruta al recordar que aquella  noche de magia y esperanza todo Querétaro se pintó de albiazul.